martes, 16 de junio de 2009

COMIDA DE LUJO

Leemos, a menudo, en los periódicos que hay una crisis alimentaria, sólo lo leemos porque no entendemos lo que eso supone para millones y millones de personas que podrían comer con aquello que nosotros desperdiciamos.

Los grandes mercados internacionales no permiten que algunos pueblos decidan cómo gobernarse. Que sean ellos mismo quienes decidan qué cultivar, y cómo hacerlo. Sin restricciones de mercado, sin competencia. La comida no debería ser un lujo, ni un capricho. Ya no hay de dónde reducir gasto. Con menos de un dólar o dos al día, no se puede reducir. Tampoco se pueden reducir las caminatas seis o siete horas en busca de un agua insalubre, a la que nosotros ni miraríamos, a no ser que se nos manchase una bota. Se reduce, pero a cierto precio. Los niños no pueden ir a la escuela, hay que reducir gastos. Las mujeres no pueden trabajar, tienen que ir a buscar agua. Los hombre trabajan de lo que puedan, por lo que les den aquellos que “gobiernan el mercado”. No se puede reducir más, ahorrar en estos términos sería una palabra del todo fuera de lugar.
¿Qué hay de comer hoy? Hojas de col. Como siempre. Gracias que les quedan las hojas de col. Aquellos que venden semillas, pequeñas pepitas de oro, lo hacen a precios irrisorios. Así es el mercado.

Hay muchos lujos en África: la sanidad, por supuesto. La comida y el agua. Lujos que desde el otro lado no lo son. Son derechos. Aquí son derechos, allí no lo son. Estamos en Barrio Sésamo. ¿Y quién hace algo? Nadie hace nada.

Se plantean proyectos e incluso Objetivos de Desarrollo del Milenio. Proyectos y objetivos que si se llevan a cabo, sólo se hacen en parte. Proyectos y objetivos que todos apoyan, pero que nadie cumple, por hache o por be. No es buen momento. No hay financiación. O, puede que simplemente no se vea. Está tan lejos.

Como siempre, los intereses comerciales y financieros son los motores del mundo. No interesa. No importa que casi la mitad de la población mundial viva con menos de dos dólares diarios. Ni que no tengan que beber, porque no se construyen infraestructuras. Ni que no tengan que comer, porque se lo vendemos caro y tampoco se le proporcionan herramientas.

Hay que hacer algo, y hacerlo ya. Ni siquiera el 0,7 % del PIB que debería ser destinado para Ayuda Oficial al Desarrollo lo es. El país más poderoso del mundo invierte más en gasto bélico que en desarrollo. ¿Qué nos está pasando? ¿Nos estamos volviendo locos? Un poquito de por favor, se diría por la televisión. Pero ya nadie escucha, las prioridades son las mismas. Equivocadas, pero las mismas. El dinero, eso se lo saben bien.

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